Vicente Enrique Tarancón

1907 /// 1994
Cardenal

AIRES DE LIBERTAD EN EL SENO DE LA IGLESIA

LAURA GARCÉS

Redactora de Sanidad y Religión de LAS PROVINCIAS

El camino que tenía que recorrer estaba sembrado de las minas de la incomprensión. Se alió con el diálogo y las esquivó. Estaba convencido de que no había más salida que la libertad y de que la Iglesia y el Estado podían compartir la misma sociedad aunque viviendo en casas separadas. Trabajó por desanudar los lazos que algunos pensaban que atarían hasta la eternidad a la Iglesia con un poder político que los partidarios del nacionalcatolicismo luchaban por mantener cuando la dictadura se desvanecía. La Transición, apasionante etapa de la reciente historia de España en la que el entendimiento de unos y otros resultó determinante para conquistar la democracia, encontró en el cardenal Vicente Enrique y Tarancón un excepcional valedor.

Sacerdote, obispo, arzobispo y cardenal cuyo paso por la vida no dejó lugar a dudas sobre su compromiso con la Iglesia ni de su profunda inquietud social. Lo recordó el historiador Federico Martínez Roda en un artículo publicado en LAS PROVINCIAS al afirmar que el rasgo «más sobresaliente del cardenal Tarancón fue haber sido un príncipe de la Iglesia, pero, además, fue un hombre profundamente interesado por la vida de sus conciudadanos, en todos los aspectos. Bien es cierto que lo que afecta al hombre, afecta a la Iglesia y así lo entendía Vicente Enrique y Tarancón».

Muy joven, empujado por su valía, había iniciado como obispo su recorrido eclesiástico y ya había ganado una relevancia pública, que iría en aumento, cuando la Transición llegó a la vida de los españoles con aires de libertad. Su trayectoria, como señalan los historiadores, había dado muchas muestras de inquietud social y por los planteamientos democráticos, incluso antes de la muerte de Francisco Franco. Y no fueron pocos los personajes que protagonizarían el cambio, de todas las tendencias políticas, con quienes mantuvo conversaciones.

En las vísperas de la democracia todavía un sector de la Iglesia se resistía a cambiar desde las férreas posturas empeñadas en la defensa del nacionalcatolicismo que caracterizó las relaciones entre la Iglesia y el Estado durante el franquismo. Había otro sector cuya conciencia le empujaba hacia la libertad y hacia la consideración de una relación de independencia entre la religión y la política. Y su cabeza visible era la del cardenal, en ese momento arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), que en la histórica homilía que pronunció en la misa de la coronación del Rey Juan Carlos, dejó muy clara –no sin recibir una sonora contestación de sus críticos – la posición de la Iglesia ante los nuevos tiempos. El historiador Martínez Roda describió aquella alocución como «documento emblemático de las nuevas relaciones Iglesia-Estado», apuesta que un sacerdote de hoy define como la «modernización de esas relaciones sin que excluyeran, sin cerrar la colaboración».

Aquellas palabras, seguidas en masa por los españoles a través de una televisión en blanco y negro, reclamaron que la época que se abría fuera «el camino de la paz, del progreso, de la libertad y del respeto mutuo» y presentaron una plegaria que reclamaba para los hombres de la Iglesia y para el Rey acertar «en unas relaciones que respeten la mutua autonomía y libertad, sin que ello obste nunca para la mutua y fecunda colaboración desde los respectivos campos». Los fieles cristianos sabían lo que les pedía su Iglesia, la que ya caminaba por la senda del Concilio Vaticano II en cuyas comisiones participó el cardenal. Además, los críticos recibieron una tranquilizadora sorpresa al ver que se establecían las bases de una nueva forma de entender la religión y la política. Y la Transición echó a andar. Todavía le quedaban unos años al frente de la CEE. Acabada su etapa, aquel hombre a quien su condición de cardenal le confería dimensión universal, regresó a su tierra. Ya en la Comunitat volvió a demostrar su compromiso social como miembro del Consell Valencià de Cultura.

  • Vicente Enrique y Tarancón (Burriana, 14 de mayo de 1907 – Valencia, 28 de noviembre de 1994).
  • Se ordenó sacerdote en Tortosa. Fue obispo de Solsona y de Oviedo; con posterioridad: arzobispo de Toledo, cardenal y arzobispo de Madrid.
  • Presidió la Conferencia Episcopal Española entre 1971 y 1981. Fue académico de la Real Academia Española y miembro del Consell Valencià de Cultura.
  • Fue un destacado personaje de la Transición que defendió unas relaciones entre la Iglesia y el Estado basadas en el respeto a la «mutua autonomía y libertad, sin que ello obste nunca para la mutua y fecunda colaboración».