Vicente Blasco Ibáñez

1867 /// 1928
Escritor

EL GENIO INDISCUTIBLE

ISABEL DOMINGO

Redactora de Valencia Ciudad y de Infraestructuras de LAS PROVINCIAS

Quiero descansar en el más modesto cementerio valenciano, junto al ‘mare nostrum’ que llenó de ideal mi espíritu; quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra de Valencia, que es el amor de todos mis amores» (‘Vicente Blasco Ibáñez’, J. L. León Roca). La frase, pronunciada el 17 de mayo de 1921 en el Cabanyal, bien podría haber sido el epitafio del escritor y político Vicente Blasco Ibáñez, uno de los valencianos que se labró con sus manos el título de universal. Un hombre prodigioso que paseó triunfalmente el nombre de Valencia por el mundo entero y al que, quizás, aplicando lo mismo que el catedrático de Historia de la Iglesia Miguel Navarro dijo sobre Sant Vicent Ferrer, «los valencianos sin querer lo hemos hecho un poco provinciano».

Sin embargo, hay muchos Blascos más allá del escritor de ‘Cañas y barro’. Él mismo, durante su viaje a Norteamérica, acuñó un currículum exprés que repitió en varias ocasiones: «Mi vida es acción y aventuras. Yo fui un inflamado revolucionario. Pronuncié discursos, escribí artículos contra la opresión y estuve preso 30 veces. Sí, 30 veces, por cuestiones políticas, y de ello me enorgullezco». Así era este hijo de padres aragoneses que buscaron una vida mejor en tierras valencianas y que desde niño vivió en medio de la tensa situación política de España.

Gran aficionado a la música y a la lectura, las páginas de ‘Los miserables’ de Víctor Hugo marcaron los pasos de una vida revolucionaria y aventurera, caracterizada por el deseo incesante de explorar nuevos caminos, lo que le llevó a dejar huella en París, Argel, Turquía, Estados Unidos, Suiza, Cuba, Chile, México, Buenos Aires… De su fascinación por esta última surgiría un libro y la compra de miles de hectáreas para fundar las ciudades ‘Cervantes’ y ‘Nueva Valencia’ en tierras argentinas, empresa en la que fracasó. Era 1910 y su éxito ya era arrollador.

Aquel emprendedor valenciano es, en aquellos años, un escritor popular, avalado por el éxito de ventas internacionales, y un acomodado millonario a quien la fortuna, sin embargo, no detiene su espíritu inquieto. Valga un ejemplo: fue el presidente de la República francesa R. Poincaré quien le animó a escribir sobre la Primera Guerra Mundial y el valenciano no lo dudó ni un momento. Así vieron la luz su ‘Historia de la guerra europea de 1914’ y ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’. Así, no es exagerado decir que su vida fue su mejor novela.

Porque Blasco Ibáñez fue hombre rebelde, escritor incansable y luchador infatigable por sus principios. Escribió y dirigió periódicos (‘El Turia’, ‘La bandera federal’, ‘El Pueblo’); participó y lideró una parte de la política republicana, demostrando su gran capacidad de persuasión y oratoria; fue diputado en las Cortes; montó negocios editoriales (Prometeo)… Y siempre fue un idealista enamorado de la acción que no dudó en poner a disposición de una causa que entendía justa su tiempo, su dinero y su vida. De ahí otra de sus empresas: difundir millones de obras a un precio asequible para la gran mayoría, convencido de que la educación y la cultura tenían que ser para el pueblo. Fue así, en los folletines de ‘El Pueblo’, donde aparecieron las novelas que constituirían el ciclo valenciano (‘La barraca’, ‘Entre naranjos’…) y que lo consagrarían como gran escritor del momento.

Al periodismo llegó tras haberse convertido en abogado a los 23 años. Pero lo suyo no era la toga sino la agitación desde el editorial de los periódicos y el atril de la política. Su posición combativa y anticlerical lo llevó a varias estancias en la cárcel y a condenas al exilio. En las páginas de su vida hay amores (estuvo casado en dos ocasiones), duelos (en uno de ellos, la hebilla del cinturón le salvó la vida), un viaje alrededor del mundo que duró seis meses, cine (en vida del autor se llevaron a la gran pantalla varias de sus obras) y un retiro dorado en su Fontana Rosa de Menton. Allí, en la patria de su admirado Víctor Hugo, siguió planeando nuevas obras y quehaceres cotidianos hasta los últimos días su vida, entre ellos, la reforma de su jardín «para que se parezca a Valencia y me recuerde a cada instante el olor y el color de mi tierra».

  • Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 29 de enero de 1867 – Menton, 28 de enero de 1928).
  • Estudió Derecho aunque se dedicó a la literatura, el periodismo y la política. Fue diputado en Cortes.
  • Ingresó en la cárcel en varias ocasiones. Fue condenado al destierro.
  • Fue nombrado Comendador de la Legión de Honor de Francia e Hijo Predilecto de Valencia.
  • Sus restos mortales no fueron trasladados a Valencia hasta el 29 de octubre de 1933.