Periodista y poeta
EL COLOSO DE LA CALLE DEL MAR
JULIÁN QUIRÓS
En los tiempos de Teodoro Llorente el periódico se hacía enteramente por la noche. Por la madrugada, más bien. Una crónica de Julio Romero apuntaba que el director solía llegar a la Redacción pasadas las nueve, para dedicar la primera hora a la lectura de la prensa vespertina. «Y a las diez y media, pues, el maestro formaba su composición de lugar, y cuartilla a cuartilla no daba fin a su tarea hasta las cinco de la madrugada». En ese lapso, el director comenzaba por dictar el artículo de fondo y tras entregar el editorial al taller aparecían los redactores de calle e iba escogiendo «los acontecimientos más propicios a su fantasía y a su instinto periodístico y plasmaba en prosa amenísima y atractiva lo que el lector saboreaba horas después». El artículo de Julio Romero, en realidad, no se refiere a Llorente, sino a otro colega insigne, el director de ‘El Imparcial’ de Madrid, José Ortega Munilla. Pero ambas figuras son parejas e intercambiables. Bien nos sirve para conocer los hábitos y la rutina del que fuera director de LAS PROVINCIAS durante casi cuarenta años. A Llorente, no obstante, no le han faltado glosadores de talla. Azorín quiso recordarle muchas décadas después de su muerte: «hombre recio, barba corta y espesa, facciones abultadas, ojos mates, movimientos lentos, sosegados». Y recordaba a un hombre escribiendo en la oscuridad de la noche junto a la mancha verde de una lámpara en su despachito de la calle del Mar. Y recordaba a LAS PROVINCIAS como un periódico conservador, «de clientela escogida». Leer a Llorente era, según Azorín, «tener un juicio definitivo de las cosas».

Llorente, claro, fue mucho más que un periodista o un director de periódico, pero fue un grandísimo director e inventor de periódicos. Historiador, escritor, traductor, dirigente político, diputado nacional, agitador social y poeta, claro. Un poeta finísimo. Padre de la Reinaxença. Puntal de la dignificación de la lengua valenciana. Reconocido como el patriarca de nuestras letras. Como poeta y periodista tuvo tratos con todas las eminencias de la intelectualidad de la época, desde Pérez Galdós y Pardo Bazán a Menéndez Pelayo y Campoamor. Y de la política. Desde Silvela, que en abril de 1890 lo reconocía entre los «hombres honrados y las inteligencias claras al servicio de voluntades rectas», a Eduardo Dato, cuando lamenta en marzo de 1903 la decisión de Llorente de retirarse de la política activa, «lo que estimo como perjudicial a los intereses de la política conservadora en Valencia». Si algo le sobró al fundador de LAS PROVINCIAS fue un respeto inmenso y reconocidísimo, profundo, puesto de manifiesto tanto en el multitudinario homenaje que se le dispensó durante la Exposición Regional de 1909 como en su sepelio, en 1911. Hasta su mayor antagonista, supuesto antagonista, Blasco Ibáñez, lo llamó siempre «querido maestro» y calificó su fallecimiento como «una inmensa pérdida para la literatuta española», rememorando un encuentro reciente en su última visita a Valencia, donde un Llorente enfermo pidió a Blasco, metido en sus aventuras americanas: «No deje usted de ser valenciano». Blasco, por supuesto, alcanzó una dimensión exterior impresionante, pero en el plano interno uno y otro representaron dos figuras primerísimas, absolutamente referenciales. Como ha escrito Francisco Pérez Puche, «ambos compitieron en lo periodístico y militaron en lo político en lados distintos, son dos caras de la moneda de la misma Valencia dual».
Siglo y medio después de que Llorente fundara LAS PROVINCIAS, cabe reconocer que para sus sucesores en este periódico resulta fácil saber lo que se tiene que hacer en cada momento. Puede no acertar a ejecutarlo el director de turno, fallar en el desempeño, pero uno sin duda sabe qué es ‘lo que se debe hacer’, por dónde se debe ir, conforme a la naturaleza de LAS PROVINCIAS, cuyo norte tan prodigiosamente definió Llorente y que la familia Domenech ha sabido mantener como firme depositaria del legado. LAS PROVINCIAS, según el manifiesto fundacional, es un periódico conservador pero reformista, político pero independiente de los partidos, valencianísimo y español, un periódico de clases medias, patriota pero sensible a la diversidad de los distintos territorios, ferviente defensor de las leyes, de la propiedad privada, del parlamentarismo, del saneamiento de la hacienda pública y del respeto a las creencias particulares. Nada menos. Llorente sistematizó un periódico con unos valores y una forma de sentir compartida por amplios grupos sociales valencianos; de ahí su pervivencia en el tiempo. Valores firmes y una manera convencida de ser y de sentir. Pero con moderación y sentido común. Esa fue, esa es, la impronta llorentina, mantenida (salvo contadas excepciones coyunturales) a lo largo de 150 años.
- Teodoro Llorente Olivares (Valencia, 7 de enero 1836 – Valencia, 2 de julio de 1911).
- En 1857 publica sus primeras poesías en valenciano y llega a director de ‘La Opinión’ en 1861. Cinco años después funda LAS PROVINCIAS con José Domenech.
- Nombrado diputado provincial en 1874, cuatro años después funda Lo Rat Penat. En 1880 es nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos.
- Traduce el ‘Fausto’, de Goethe, en 1882, y cuatro años más tarde es académico correspondiente de la RAE. Cronista de Valencia en 1890.
- En 1891 es elegido diputado nacional por primera vez; también sería senador. En 1898 es elegido jefe del partido conservador en Valencia.
- Deja la dirección de LAS PROVINCIAS en 1904, cinco años antes de recibir un homenaje en la Exposición Regional.