Silvestre Segarra Bonig

1886 /// 1967
Empresario

EL EMPRENDEDOR QUE LLEVÓ LA VALL AL MUNDO

PEDRO ORTIZ

Columnista y exdirector de LAS PROVINCIAS

A mediados de los años sesenta, los 5.000 trabajadores de la fábrica de calzados Segarra, en la Vall d’Uixó disponían de clínica, economato en el que entre otros artículos se vendían la carne, fruta y verdura producida en las granjas y tierras de la propia empresa, comedor, 300 casas para alquiler de los trabajadores, escuela de aprendices, rondalla, caja de ahorros que pagaba un ocho por ciento, un polideportivo que incluía piscina, un equipo de fútbol en Tercera División y hasta un filial, el Segarreta. Así era el emporio creado por Silvestre Segarra Bonig, uno de los mayores emprendedores que haya tenido jamás la Comunitat.

Silvestre Segarra Bonig

Silvestre Segarra nació en 1886 y con 20 años y gracias a la dote de su reciente esposa, Josefina García Moya, montó un pequeño taller de fabricación de alpargatas con seis operarios. En apenas media docena de años se había hecho con el suministro del calzado del ejército empleando un primitivo ‘marketing’ basado en la calidad y el servicio posventa, como se diría ahora: Segarra garantizó al Ejército que cada alpargata sería sustituida gratuitamente si no duraban el tiempo acordado. Pronto saltó desde España a servir calzado a otros ejércitos y en el año 1912 creó, incorporando a su padre, la empresa Silvestre Segarra e Hijo SRC, que más tarde devendría en Silvestre Segarra e Hijos. Y finalmente, Calzados Segarra e Hijos.

La fábrica fue arrasada en la Guerra Civil, pero tras su reconstrucción continuó la expansión en España y en el extranjero. Precisamente para asegurar los permisos a la exportación, Silvestre Segarra se trasladó a vivir a Madrid, donde habitaba en la céntrica plaza del Callao en el sótano sin ventanas de una tienda Segarra. Pero volvía todas las semanas a la Vall en el tren que llegaba a Valencia el domingo a primera hora; en la estación del Norte lo esperaban sus familiares más cercanos, con quienes en comitiva se trasladaba a la Vall, donde había reunión de directivos, y tras ella, comida familiar, a la que seguía, antes de regresar a Madrid en otro coche-cama, una especie de audiencia pública. Una vez entró una mujer llorando por la muerte de su padre, que vivía en Albacete. Segarra puso a su chófer y su coche habitual, un ‘Cuatro-cuatro’, a disposición de la señora para que asistiera al entierro. Decenas de obreros llegaban mediado el siglo XX desde toda España a la Vall para trabajar en Segarra y no pocos comenzaban a hacerlo al día siguiente.

Se encontraban con un Silvestre que mezclaba la severidad y la benevolencia. Como empresario y como negociador era un hombre duro y hasta como político siempre se declaró seguidor de Franco, a quien conoció en Marruecos, pero al que nunca, según decía, le había pedido ningún favor, pese a sus reuniones habituales con el dictador en audiencias privadas. Pero también era muy generoso con los trabajadores e incluso manejaba un paternalismo que hoy parece excesivo. Por ejemplo, el día de su santo, el 31 de diciembre, obsequiaba con un duro a los niños y 25 pesetas a los adultos que iban a felicitarle. Las colas llegaban hasta la carretera de Chilches.

Combinaba ese paternalismo con una acción decidida: en 1957 y sin saber inglés se presentó en una feria de calzado en Nueva York y abrió el gran mercado de Estados Unidos para Segarra, incluido Sears. En 1971, fue la empresa española de cualquier sector con mayor ratio de exportación sobre ventas. Después vino la decadencia, la politización y la nacionalización de la empresa, pero Silvestre Segarra ya no lo sufrió: murió en 1967 en la Vall, en la misma cama en la que había nacido.

  • Silvestre Segarra Bonig (La Vall d’Uixó, 5 de octubre de 1886 – La Vall d’Uixó, 23 de marzo de 1967).
  • En 1906 monta un pequeño taller para fabricar alpargatas. Suministraba, con garantías, al Ejército y en 1912 ya calzaba a los soldados de otros países.
  • Antes de la Guerra Civil contaba con 11 zapaterías repartidas por España.
  • En la década de 1960, Calzados Segarra contaba con 3.000 trabajadores, que disponían de todo tipo de servicios y coberturas sociales.