Max Aub

1903 /// 1972
Escritor

REINAR DESPUÉS DE MORIR

VICENTE GARRIDO GENOVÉS

Profesor de la Universitat de València, criminólogo, escritor y columnista de LAS PROVINCIAS

Max Aub perteneció al grupo de escritores del exilio -como tantos otros intelectuales rehízo su vida en México- que empezó a llegar en cuentagotas a finales de la década de los sesenta, como Francisco Ayala o Ramón J. Sender. Las experiencias que obtuvo en ese reencuentro le dejaron un gusto amargo, tal y como puso por escrito en ‘La gallina ciega’, donde el exilio dejaba de ser una procedencia honorable para convertirse en una carga. «¿Dónde está nuestra España? ¿Dónde queda? ¿Qué han hecho con ella? No lo sabes, no lo sé, nadie lo sabe. Habría que inventarla».

El Max Aub que retorna a España no vivirá para conocer la reivindicación de su obra, la creación de la Fundación Max Aub en Segorbe (1997), la edición de sus obras completas por la Institució Alfons el Magnànim iniciada en 2001, o el Congreso Internacional del Centenario que se celebró en Valencia en 2003. Este parisino, ahijado póstumo de Valencia, encontró su pleno reconocimiento cuando las circunstancias históricas y culturales lo permitieron. Las primeras son sobradamente conocidas, la llegada de la democracia a España lo encontró ya muerto (1972), y aunque el régimen no lo tenía por peligroso en sus últimos años (de ahí su breve regreso en 1969), es fácil comprender, conociendo su obra, que el escritor no pudiera sentirse cómodo entre nosotros, sobre todo porque se sintió olvidado e inútil.

No, lo cierto es que la cultura española de sus años finales no lo tuvo entre los grandes, y al margen de la propia indigencia que aquélla presentaba en dicho periodo, creo que una parte importante de ese desconocimiento habría que situarlo en el estilo y contenido de su obra, radicalmente innovadora, lúcida, muchas veces de una ironía afilada como un estilete, y en ocasiones incluso nihilista. Lean a modo de ejemplo este fragmento, tomado de uno de sus célebres ‘Crímenes Ejemplares’: «Pensar es cierto, existir es un mito. Yo no existo, sobrevivo, vivir –lo que se dice vivir– sólo los que no piensan. Los que se ponen a pensar no viven. La injusticia es demasiado evidente. Bastaría pensar para suicidarse». Es difícil encontrar en los escritores de la generación del exilio un estilo tan depurado al servicio de una causa (reclamar la dignidad de la interpretación del mundo de los que creyeron en la Cultura) junto a una enorme capacidad de trabajo, como si Aub entendiera que tenía que emplear cada día de su vida en reivindicar la España que cayó derrotada de la Guerra Civil.

Hasta cierto punto, creo que su progreso como escritor no puede concebirse sin entender bien esa rebeldía agónica ante «la injusticia demasiado evidente». Claro que él decide «pensar», y paga su precio, pero no puede sino al menos poner por escrito lo difícil que es sobrevivir con dignidad ante la incultura y la injusticia. Lo que me impresiona de Max Aub es su riesgo estilístico: su estilo poderoso jamás se adocena, y busca en imágenes deslumbrantes, con las palabras justas, sacudir al lector, obligarle a pensar, esforzarse por interrogarse por lo pasado -sus novelas acerca de la guerra civil encuadradas en ‘El laberinto Mágico’, o ‘La calle de Valverde’ sobre el periodo de la dictadura de Primo de Rivera- o por la sociedad actual y la condición humana, donde podemos incardinar sus ‘Crímenes Ejemplares’ y su obra póstuma ‘Conversaciones con Luis Buñuel’ (1984). Max Aub escribió de sí mismo: «Tengo un criterio amplio para todas las cosas. Siempre he sido un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela […]. Yo soy un hombre muy respetuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero cuando digo una cosa, la cumplo».

  • Max Aub Mohrenwitz (París, 2 de junio de 1903 – Ciudad de México, 22 de julio de 1972).
  • Se traslada a Valencia en 1914 y adquiere la nacionalidad española.
  • Estudió en el Luis Vives y le marcó un enfrentamiento ciudadano con la Guardia Civil en 1917 en la plaza Emilio Castelar, hoy del Ayuntamiento.
  • Exiliado en México escribe ‘El laberinto mágico’, ‘Las buenas intenciones’ y ‘La calle de Valverde’, entre otras.
  • ‘La gallina ciega’ (1971) narra su regreso a España, después de 30 años.