Escultor
EL HUMILDE ‘PICAPEDRER’
VIOLETA MONTOLÍU SOLER
En la vida de Mariano Benlliure destaca un profundo arraigo familiar . Su padre, Juan Antonio Benlliure Tomás, fue un ‘xic de barca’ que, habiendo nacido en un ambiente de pescadores en el Grao, lo dejó todo para transmitir a sus cuatro hijos varones el interés por el dibujo, la pintura y el arte en general. Su ejemplo perduró siempre, desde sus orígenes en 1851 cuando con su esposa, María Gil Campos, se instaló en un exiguo y humilde piso de la calle del Árbol, número 14 (hoy Baja, 16), en pleno corazón del barrio del Carmen.
Es en su infancia donde radican sus dotes artísticas. Mientras sus hermanos mayores asistían a las clases nocturnas de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y ayudaban en la escasa economía trabajando en todo tipo de pinturas decorativas, al más pequeño, Marianet, sólo le quedaba un viejo pincel mojado en agua y las rojas baldosas del piso de la vivienda en las que dibujaba cuanto veía a su alrededor. Nunca asistió a ninguna academia o clases de dibujo, fue totalmente autodidacta y sus extraordinarias dotes de observación se reforzaban con una excepcionalidad innata: no habló hasta los siete años, aunque no era sordo, lo cual demuestra un mayor desarrollo de la expresión plástica sobre la verbal.
Su concepción artística se centró en el realismo representando la naturaleza con todas las técnicas de la escultura: bronce, mármol, madera, cerámica y metales preciosos como el oro y la plata. Cuando en 1884 presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes su famosa obra titulada ‘El Monaguillo’ (‘¡Accidenti!’), rompió con el academicismo historicista que mantenía la temática clásica. Mariano protagonizó la revolución artística de fines del XIX y no es justo que se le critique por no participar en la posterior de la abstracción, pues pese a sus años ayudó a los artistas noveles con su influencia.
A partir de 1890 su carrera comienza un ascenso total en toda España e incluso en América. Y aunque lógicamente estableció su casa taller en Madrid (como Sorolla), donde su numerosa clientela le permitía crear toda clase de obras decorativas y obtenía el encargo de importantes monumentos urbanos, su corazón siempre estuvo en Valencia, a la que volvía muy a menudo. No sólo a reunirse con su familia en la casa que su hermano José, pintor de merecida fama, estableció en la calle de Blanquerías y que hoy es el Museo Casa Benlliure, sino porque su inquebrantable valencianismo se traducía en el interés que desde siempre demostró por los artistas locales que quedaban en una ciudad sin clientela ni espacios de exposiciones, agrupados primero en la sociedad La Antorcha y después en La Juventud Artística.
Cuando la sociedad de artistas valencianos, después del disgusto de que el jurado del Ayuntamiento no eligiese a ninguno para ejecutar la estatua de Jaime I, acogió con entusiasmo la idea de Aurelio Querol, redactor de LAS PROVINCIAS, de celebrar el III Centenario del nacimiento del pintor Ribera. Mariano hizo gratis la figura en bronce -hoy situada en la plaza del Poeta Llorente- y logró que se pudiera utilizar el patio de la Universitat de València como sala de exposiciones. En su correspondencia con su hermano José, ¡cuántas veces narraba los esfuerzos económicos para establecer los premios! Pero sobre todo luchó denodadamente para lograr que el Ayuntamiento convirtiera un edificio de la Exposición Regional de 1909 en Palacio Permanente de Bellas Artes. Incluso promovió una huelga de artistas que no enviaron ninguna obra a la Exposición, pero no tuvo éxito; un error más de las instituciones valencianas ante un buen proyecto para una ciudad de artistas.
Trabajador incansable, dominador excepcional de técnica y creatividad espontáneas, sus obras y su firma son únicas, como lo eran su humildad y simpatía al autodenominarse: «Marianet, el picapedrer».
- Mariano Benlliure Gil (Valencia, 8 de septiembre de 1862 – Valencia, 2 de noviembre de 1947).
- «Nací en el carrer del Arbre y viví casi en la miseria…», escribió el escultor.
- En 1884 alcanzó el éxito con ‘El Monaguillo’, al romper con la temática historicista de las academias.
- Su realismo total y una técnica inmejorable lo elevaron a la fama.
- Con 82 años aún trabajaba en el paso ‘La Entrada en Jerusalén’, para Crevillente. Murió a los 85 y sus restos descansan en el Cabanyal.