Manuel Broseta

1932 /// 1992
Político y abogado

ALGO MÁS QUE UNA VÍCTIMA

IÑAKI ZARAGÜETA

Periodista. Delegado de ‘La Razón’ en la Comunitat Valenciana

Bueno, Iñaki, mañana hablamos». Fue la despedida de mi conversación telefónica con Manuel Broseta en torno a la medianoche entre el 14 y el 15 de enero de 1992, conversación que nunca pudimos continuar, porque no hubo mañana. No hubo mañana para él. Al comenzar la jornada era vilmente asesinado a plena luz del día en la avenida Blasco Ibáñez cuando salía de impartir su clase en la Facultad de Derecho. Sólo Dios sabe qué más segó ETA aparte de la vida de un ilustre conciudadano.

Con la excusa de un mutuo vaivén personal 48 horas antes, nuestro diálogo venía a cuento por la invitación recibida de José María Aznar para asistir a la Convención Nacional del PP en Madrid con participación de 1.000 diputados, alcaldes y demás dirigentes nacionales, autonómicos y provinciales como inicio de la singladura que debía llevar en 1993 –no fue así– a la Moncloa al presidente popular, quien unos meses antes en otro cónclave del partido le había incitado públicamente a darse de alta en la formación de la gaviota, ruego que sin duda se repetiría de personarse en el evento del fin de semana, tan sólo tres días después.

Conocida era la pretensión de Aznar de aupar al insigne profesor al liderazgo del Partido Popular en la Comunitat Valenciana después de haber rechazado, en diciembre de 1990, la candidatura a la Alcaldía del ‘cap i casal’.

No sé si llamó a alguien más para pedir opinión. Tras un intercambio de pareceres, la conclusión del mío fue: «Manolo, si vas, es porque aceptas el reto. Ya no tendrás la excusa de la sorpresa. Son demasiadas tus charlas con él». «Bueno, Iñaki, mañana hablamos» fue la despedida, con la sensación personal de que estaba mucho más cerca del «sí» que del rechazo. Por dos razones: porque amaba a su tierra y veía que era manifiestamente mejorable y porque ya había confeccionado un esbozo de su proyecto, que nos expuso unos días antes en una comida a tres en el desaparecido restaurante Gargantúa.

El destino se llevó el secreto de la decisión, pero quedó su impronta e influencia en el desarrollo político de nuestra tierra. Fue él un instrumento decisivo en muchas cuestiones valencianas, entre otras para que en 1991 Rita Barberá pudiera dar la vuelta a las encuestas y ganar un concejal más que la Unión Valenciana de Vicente González Lizondo, al que todas las encuestas colocaban por encima del PP. Tanto, que llevaron a éste a comprometer que ocuparía la poltrona municipal aquél que lograra un escaño más. El envite terminó en farol como demostró la hégira de 24 años de su contrincante. Sólo el entonces consejero de Estado sabe el trabajo que tuvo que desarrollar para que las urnas llevaran al poder de la Casa Gran al PP. Lo cierto es que lo consiguió, no en vano era un seductor de primera. Y estoy convencido de que este periódico tendría mucho que añadir a mi reflexión.

Mucho se especuló sobre las intenciones de ETA con aquel crimen. Sin asegurar nada, no creo que en su objetivo estuviera dinamitar un proyecto político de centro-derecha en la Comunitat, sino que respondió simplemente a la mecánica asesina de los terroristas con los alicientes de la personalidad política y social de la víctima y las facilidades que la rutina cotidiana les concedía.

  • Manuel Broseta Pont (Banyeres de Mariola, 13 de octubre de 1932 – Valencia, 15 de enero de 1992).
  • Licenciado en Derecho en la Universitat de València, de la que fue posteriormente catedrático de Mercantil. Firmó la petición de una cátedra de Lengua y Cultura valencianas.
  • Sus primeros pasos en política fueron en movimientos prodemocráticos, en la última época del franquismo. Asesoró al presidente preautonómico Albiñana.
  • Senador por Valencia de 1979 a 1982 por la UCD. Tras ocupar una Secretaría de Estado deja la primera línea política y se dedica a la abogacía y a la universidad.
  • Asesinado por ETA en 1992 cuando Aznar quería situarlo al frente del PP de la Comunitat Valenciana.