Ismael Merlo

1918 /// 1984
Actor

UNA TRACA EN EL ESCENARIO

JOSÉ VICENTE PEIRÓ

Filólogo, presidente de los premios de la Crítica Literaria Valenciana y crítico teatral de LAS PROVINCIAS

Cuando en el siglo pasado, el teatro televisivo de ‘Estudio 1’ tenía popularidad, se imponía el actor, incluso sobre el director y el libreto. Los elencos nos mantenían expectantes. Rodero, Jesús Puente, Jaime Blanch, Manuel Galiana, Elvira Quintillá o Francisco Rabal eran intérpretes familiares, parte de nuestras vidas, aunque debiésemos ir a Madrid a verlos porque raramente representaban en Valencia.

En esos repartos casi siempre estaba Ismael Merlo. Nacido en Valencia, en la calle Torno del Hospital, el 1 de septiembre de 1918, era hijo de una familia de actores: Abelardo Merlo y Amparo Piquer, prima de Conchita. Una saga donde se formó como actor, que mantendría con su hija María Luisa Merlo, nacida de su primer matrimonio con María Luisa Colomina, y sus nietos, Amparo Larrañaga y Luis Merlo.

Su primera actuación constatada fue en ‘La vuelta al mundo en ochenta días’, la novela de Julio Verne adaptada por la compañía de Enrique Rambal en el Principal de Valencia. Durante la guerra civil trabajó con Milagros Leal y Salvador Soler. Finalizada la contienda, la comedia de evasión y las variedades coparon la escena española: la sociedad necesitaba reír ante el mal viento. El joven Merlo entró en la compañía de María Fernanda Ladrón de Guevara, con quien representó la comedia ‘La madre guapa’ de Adolfo Torrado en Madrid, y de allí saltaría a la de Isabel Garcés. En paralelo, fue contratado para actuar en cinco películas con la productora Cifesa: la primera, ‘Polizón a bordo’ (1941) de Florián Rey. Volvería al cine, un buen medio de subsistencia, en 1962 hasta el final de su vida. Recordamos su memorable papel en ‘La caza’ de Carlos Saura.

Era un fijo en las comedias de Carlos Llopis, como ‘La vida en un bloc’ y ‘El misterioso señor N’, y se convirtió en uno de los galanes de moda en los años cuarenta. Benavente fue su padrino de boda. Montó su propia compañía y mantuvo treinta obras de repertorio en gira continua por España. Fue más adelante un habitual de las comedias de Alfonso Paso, con su nueva pareja Diana Maggi, en las que representaba al hombre medio de aquellos años y el público se identificaba con él. En 1962 se casó con la actriz Vicky Lagos. Después de treinta comedias humorísticas de Paso, Alonso Millán, Jardiel Poncela o José López Rubio, a mediados de los sesenta se incorporó a la televisión, donde protagonizó grandes creaciones teatrales en ‘Estudio 1’.

Los compañeros de reparto le recuerdan por su agresividad, su bondad y su carácter bromista y positivo. Su frase preferida era «voy a soltar la traca». Y la soltaba con fuerza en el escenario. Capaz de pegar a un empresario por un comentario negativo, de cambiar nombres de personajes de manera improvisada, o de interpretar a un personaje femenino como Bernarda Alba en la obra de García Lorca, conseguía levantar al público en comedias de escasa calidad porque manejaba el humor como pocos. Tenía gancho, como certifica su papel televisivo más memorable: el inconvencible de ‘Doce hombres sin piedad’ de Reginald Rose.

Valencia le dedicó una calle en Benimaclet, cerca de la Ronda Norte. Cullera, donde acabaron depositadas sus cenizas, otra. Lo vimos por última vez en el Principal en 1984 con ‘El caso de la mujer asesinadita’, de Mihura y Laiglesia. Cuarenta días después murió en Madrid, sin abandonar el hábito de fumar. Y, por supuesto, trabajando: en el día de descanso posterior a las primeras sesiones de ‘Diálogo secreto’ de Antonio Buero Vallejo.

  • Ismael Merlo Piquer (Valencia, 1 de septiembre de 1918 – Madrid, 10 de septiembre de 1984).
  • De familia de actores, Merlo y Piquer, debutó sobre las tablas en 1934, con ‘La vuelta al mundo en ochenta días’.
  • En teatro, hizo ‘La vida en un bloc’, de Carlos Llopis; ‘Una noche de primavera sin sueño’, de Poncela; ‘Don Juan Tenorio’, y ‘La casa de Bernarda Alba’, entre muchas otras.
  • Participó en decenas de películas. Muy recordadas son ‘La caza’, de Carlos Saura, y ‘Rojo y Negro’, de Carlos Arévalo.