Poeta
UNA POÉTICA NECESARIA
MIQUEL NADAL
Un perfil de 500 palabras sobre la obra de Guillermo Carnero, sin ser Jaime Siles, Ricardo Bellveser o Carlos Bousoño, sino sólo un «buen lector», es una gozosa irresponsabilidad. Sería mucho más eficaz detenerse en una sola palabra, poeta, como el título de esta columna, para la que asumo aquel perfil de la obra de Carnero que realizaba en 1972 Francisco Brines en la revista ‘Ínsula’, ‘La integración del título en el poema’. Guillermo Carnero es mucho más que un ‘nacido en Valencia’. Catedrático de la Universidad de Alicante, acumulador de premios y galardones, Premi de les Lletres Valencianes, y académico de la Real Acadèmia de Cultura Valenciana con un discurso de entrada sobre… Francisco Brines.

Me perdonará Guillermo Carnero que utilice un símil del deporte, pero en verdad su obra, en el ámbito poético, es lo más semejante a la necesidad de una selección mágica, un ‘once’ ideal de los grandes poetas del siglo XX en la literatura española. Y no es que lo diga yo, lector intermitente y periférico. No sólo es el autor de un libro tan maduro como ‘Dibujo de la muerte’, en 1967, escrito con 20 años. Ha superado el calificativo de novísimo, y la presencia en la antología de Josep Maria Castellet (1970), para conformar una obra personal, siempre en crecimiento, coherente y rica en matices. Es fácil distinguir cuando se está ante alguien que hace versos, y ante un poeta. La prueba del nueve, también, radica en la propia capacidad del poeta para explicarse.
En ‘Poética y Poesía’, una reflexión amena e inteligible sobre la poesía, sobre ‘su’ poesía, lo explica con mucha claridad. «Un poeta tiene ante todo el deber de significar, y yo en pocos poetas, Brines o Gil de Biedma, he encontrado tanta armonía, tanto ‘apoyo mutuo’», como explicaba Carnero, entre el discurso abstracto y la cotidiana experiencia. Entre lo que se dice, cómo se dice, y cómo se interpreta esa lectura. En sus palabras: «Lo excepcional en los poetas es la magnitud del impacto emocional de la existencia, y la necesidad y la capacidad de convertirlo en un discurso escrito».
Con esa capacidad que tiene el discurso escrito de la poesía, raras veces, para atenazar la lectura a tu propia experiencia. Yo he leído ‘Verano inglés’ (1999) en Oliva de esa manera y pienso que cualquiera de sus obras forma parte de esas lecturas rotundas que te acompañan ya para siempre. Decía el propio Carnero que el predominio «del anfiteatro sobre el teatro», o lo que es lo mismo, «del deporte sobre la literatura», fue uno de los síntomas más claros de la decadencia del Imperio Romano. A uno, que tiene un pie varado en la orilla del deporte y otro en la de la literatura, ¡qué le vamos a hacer!, también le gustaría como en ‘Fuente de Médicis’, ese castigo de cambiar la vida «por un sueño de libros y museos».
Si no se han sacado el ‘pack’ de la Champions, como es mi caso, prueben a comprar, por mucho menos de lo que vale una sola entrada, alguno de sus poemarios. Un lujo. Un poeta. Y nacido en Valencia. Por ese orden.
- Guillermo Carnero Arbat (Valencia, 7 de mayo de 1947).
- Licenciado en Ciencias Económicas y doctor en Filología Hispánica, es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante desde 1986.
- Poeta perteneciente a la corriente de los novísimos, publicó con 20 años su primer libro, ‘Dibujo de la muerte’ (1967).
- De sus numerosas obras destacan ‘Espejo de gran niebla’ (2002) y los premiados ‘Verano inglés’ (1999) y ‘Fuente de Médicis’ (2006).