Naturalista
CIENCIA Y COMPROMISO
JESÚS I. CATALÁ GORGUES
La figura del naturalista Eduardo Boscá representa en sí misma muchas de las luces y sombras de un período que apuntaba hacia la normalización social del cultivo de las ciencias en España y en Valencia, meta que sin embargo no se logró alcanzar.
El contacto con algunas de las personalidades más inquietas de la bullente intelectualidad madrileña del Sexenio Revolucionario, especialmente las afines al krausismo, más el magisterio previo en Valencia de Rafael Cisternas, temprano difusor del evolucionismo en nuestro país, marcaron al joven Boscá en su doble empresa docente y científica. Entendió la primera como una suerte de intervención social evolutiva, destinada a redimir del sometimiento a sectores tradicionalmente dejados de lado. Notable fue su labor en pro de la educación de las mujeres, canalizada a través del ejercicio no remunerado de la docencia en la Institución para la Enseñanza de la Mujer de Valencia. En cuanto a su labor investigadora, fue adelantado en la incorporación de las orientaciones evolucionistas a los trabajos de campo y gabinete.
Especializado en reptiles y anfibios, su catálogo de la fauna herpetológica de la península ibérica representa el primer ejemplo de estudio biogeográfico moderno en España. Boscá, además, aportó dos nuevas especies de reptil, la víbora hocicuda (Vipera latastei) y el eslizón ibérico (Chalcides bedriagai), más una de anfibio, el sapo partero ibérico (Alytes cisternasii), descubrimientos que lo situaron como una de las grandes autoridades europeas de la especialidad. Derivó más adelante hacia la paleontología, como consecuencia de los trabajos de montaje y puesta en valor de la colección de fósiles sudamericanos que José Rodrigo Botet donó a la ciudad de Valencia en 1889, núcleo original del actual Museo de Ciencias Naturales del Ayuntamiento. Fue en esta faceta donde el evolucionismo de nuestro personaje le llevó a plantear algunas de sus más osadas opiniones, como fue el caso de la errónea atribución de edad terciaria al esqueleto humano fósil que dicha colección alberga. Esta propuesta generó una acre polémica entre partidarios y detractores de la misma en las dos primeras décadas del siglo XX, ejemplo además de cómo ciertas ideas científicas iban entonces cargadas de profundas implicaciones ideológicas.
El crédito de Boscá se vio también comprometido por otros errores que cometió en su vejez, como la propuesta de una serie de nuevas especies de anfibios y reptiles que no merecieron el reconocimiento de la comunidad científica. Es de notar que una de esas supuestas novedades se la dedicara al entonces presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, apreciado por entonces en muchos círculos progresistas como gran valedor del pacifismo y la democracia.
Pese a sus indudables logros, Boscá se movió siempre en el filo de la precariedad institucional. Su regreso a Valencia desde Ciudad Real vino marcado por una serie de expectativas no cumplidas que lo pusieron incluso en aprietos económicos, viéndose forzado a vender parte de sus colecciones. Para cuando el acceso a la cátedra universitaria disipó esas estrecheces, la indolencia de las autoridades y la escasez de medios obstaculizó el trabajo con los fósiles del legado de Rodrigo Botet. Convertido en patriarca de la historia natural valenciana, con su hijo Antimo como fiel ayudante, se implicó ya muy anciano en la actividad de la sección local de la Real Sociedad Española de Historia Natural, entidad que trató de canalizar un esfuerzo cívico, frecuentemente superado por las circunstancias, a favor de la promoción de los estudios naturalistas en nuestro territorio.
- Eduardo Boscá y Casanoves (Valencia, 12 de febrero de 1843 – Valencia, 1924).
- Licenciado en Medicina por la Universitat de València (1869), veterinario de primera por la Escuela Libre de la misma ciudad (1872) y doctor en Ciencias Naturales por la Universidad Central de Madrid (1873).
- Jardinero mayor del Botánico de la Universitat de València (1883-92) y catedrático de Historia Natural (1893-1913). Se hizo cargo hacia 1895 de la colección paleontológica municipal, que dirigió hasta su fallecimiento.