Poeta
UN SENCILLO HOMBRE EXTRAORDINARIO
SANTIAGO POSTEGUILLO
Carlos Marzal, neomodernista para unos, poeta del desengaño para muchos, a cuestas con su Manuel Machado, Verlaine, Brines o Biedma, y con su sonrisa que desarma, se me presentó relajado en los jardines de Viveros en Valencia una mañana primaveral en la que precisamente LAS PROVINCIAS nos había convocado a unos escritores valencianos para una entrevista conjunta.

Me hizo ilusión estrecharle la mano y, mientras el fotógrafo buscaba la mejor ubicación, entre luz y sombra de los majestuosos árboles del parque, pude hablar desenfadadamente con uno de los mejores poetas españoles de los últimos tiempos. Me impactó su sencillez en el trato, su cordialidad, su proximidad. Pessoa decía que nadie ordinario puede ser un poeta, pues la poesía consiste en la asociación de ideas anormalmente. Marzal es sencillo, pero no ordinario. Él, como los grandes, se mueve en la liga de quien ve más allá y, sobre todo, lo más difícil, de quien además sabe expresarlo. Carlos Marzal es el poeta que, como exigía Nadine Gordimer a cualquier escritor, sabe empatizar con el otro. Es el poeta que se pone en el lugar de quien no entiende los sinsentidos de este mundo y nos lo cuenta de forma que conectamos con el poeta y sus sensaciones. Y todo esto lo hace Carlos Marzal con contenido moral y ético, lo hace con humor, y lo hace con rigor formal si lo busca.
Hoy, con varios premios nacionales a sus espaldas, es un poeta reconocido, incuestionable, pero hubo tiempos de zozobra, de duda. Unas antologías lo incluían, otras, no. Él fue siempre sobrio en sus valoraciones: «Las antologías no tienen mucha importancia, son como fiestas a las que se invita a los poetas. No hay que escandalizarse porque no haya determinados escritores en ellas», decía fiel al sosiego de sus modales.
Pero ¿por qué escribe un poeta como Carlos Marzal? ¿Qué le mueve? Él nos lo confiesa, con seriedad, primero, en su poema ‘Las buenas intenciones’:
«Escribo, simplemente, por tratarse de un método
que me libra sin daño (sin demasiado daño)
de cuestiones que a veces entorpecen mi sueño».
Y continúa después, como suele, con una pizca de humor (o no, igual es completamente en serio):
«Escribo por capricho,
y por juego también, para matar las horas.
Porque puede que sea un destino escogido,
pero también, sin duda, para obtener favores
de algunas señoritas amigas de los libros».
Sea por un motivo o por otro, lo esencial es que lo que escribe, lo que nos cuenta, consigue aquello que la novelista Alice Munro consideraba clave para cualquier escritor: emocionarnos. Y eso lo hace Carlos Marzal muy bien. Busca rima y métrica para hacerlo pero no se siente esclavizado por ellas. Cuando no encaja todo, de la crisis poética hace virtud y deja que lo imperfecto gobierne su poema y, siempre, sale airoso.
Y, a cambio de darnos tanto, ¿qué nos pide Marzal a quienes abrimos las páginas de sus libros?
«Del lector solicito como único regalo
que esboce alguna vez una media sonrisa:
tan sólo busco cómplices que sepan de qué hablo».
Me confesaré cómplice si me interrogan, incluso si eso me conduce a la prisión de la literatura, sobre todo si la celda es compartida con ese hombre tan sencillo como extraordinario, con ese gran poeta que es Carlos Marzal. Aunque, voy a rebajar mi tono de desafío. Las prisiones no me gustan. Mucho mejor volver a coincidir libres en alguna terraza y compartir una copa para, como bien dice Carlos Marzal, dejar «que corra el vino hasta volvernos sabios / desde el hondo saber de la alegría».
- Carlos Navarro Marzal (Valencia, 1961).
- Licenciado en Filología Hispánica por la Universitat de València, codirigió la revista de literatura y toros ‘Quites’.
- El poemario ‘Metales pesados’ (2001) le valió el Premio Nacional de Poesía y de la Crítica. Le siguió en éxito y galardones ‘Fuera de mí’.
- Debuta con la novela en 2005, con ‘Los reinos de la casualidad’.