Adolfo Rincón de Arellano

1910 /// 2006
Político

UN CAMISA VIEJA PARA UNA VALENCIA NUEVA

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de València y columnista de LAS PROVINCIAS

La idea simplista –que ningún historiador serio sostiene, pero que en cambio vienen dando por buena generaciones de españoles educados en una visión maniquea del régimen de Franco– de que en éste no cabían más posturas que las de la sumisión acrítica –a menudo acompañada de un sonoro taconazo– o la disidencia heroica –generalmente pagada con la cárcel o el exilio– halla un desmentido cabal en biografías como la de Adolfo Rincón de Arellano. Un hombre al que pese a su –o quizás, más bien, como consecuencia de su– profunda identificación con los principios del régimen, y a sus cuatro décadas de compromiso vital con su proceso de construcción, no le tembló la voz para discrepar de algunas de sus políticas, ni el pulso a la hora de renunciar a sus cargos –primero al frente de la Diputación Provincial de Valencia (1943-1949) y más tarde como alcalde de la ciudad (1958-1969)–, cuando esas discrepancias se le antojaron ya del todo insuperables.

Claro, que estamos hablando de alguien para quien nadar a contracorriente fue casi una constante vital: que se había hecho monárquico en un momento en el que la corona se hallaba sumida –incluso en su propio hogar familiar– en el mayor de los descréditos; que se sumó primero a las JONS, y más tarde a la Falange, cuando hacerlo equivalía a lucir una diana pintada en la espalda; que mantendría la fidelidad al ideario joseantoniano incluso cuando éste empezó a ser indisimuladamente preterido por un régimen cada vez más fascinado por la tecnocracia; y que, ya en su madurez, hizo oídos sordos a quienes le animaron a poner en valor su dilatada trayectoria política, para retornar al discreto ejercicio de la medicina, su vocación de siempre.

Lejos de ser ocioso, este perfil personal y político resulta esencial para entender el legado de sus once años al frente de la alcaldía de Valencia, sin duda alguna el periodo más fructífero de su larga trayectoria pública –por más que, a lo que parece, éste no fuera lo suficientemente como para merecer una calle, ni siquiera una bien estrecha, en su propia ciudad. Un legado en cuyo haber se cuenta la recuperación del ritmo vital de la ciudad tras la devastadora riada de 1957 -con la colosal empresa del nuevo cauce del Turia, construido en el marco del llamado Plan Sur, como principal empeño–, pero también un amplio abanico iniciativas de impronta netamente desarrollista, como la multiplicación y la ampliación de los puentes de la ciudad; la renovación de su alcantarillado; la modernización del transporte público; la creación de nuevos institutos de enseñanza secundaria; o la puesta en marcha de lo que andando los años serían la Universitat Politècnica y el actual campus de Blasco Ibáñez. Un legado, en fin, en cuyo debe tocaría en cambio contabilizar el megalómano proyecto de urbanización del Saler que los movimientos vecinales de los años setenta se apresuraron a demonizar y que la llegada de la democracia acabó descartando.

A los ojos de un valenciano del siglo XXI, preocupado por la preservación de su patrimonio histórico y medioambiental, es probable que muchas de las iniciativas de Rincón se aparezcan como delirantes muestras de un desarrollismo desbocado e irreflexivo. Pero seguramente desde la perspectiva de quienes se habían propuesto transformar a la somnolienta Valencia de la postguerra en una urbe dinámica y moderna –y, de paso, convertir a los iracundos proletarios de antaño en felices propietarios hogaño–, todos esos metros cúbicos de hormigón constituían un signo de indiscutible de progreso.

  • Adolfo Rincón de Arellano García (Valencia, 11 de octubre de 1910 – 17 de marzo de 2006)
  • Médico de profesión y falangista de primera hora, fue presidente de la Diputación de Valencia (1943-49), alcalde de Valencia (1958-69) y consejero nacional del Movimiento (1972-76).
  • Como alcalde acometió proyectos clave para la modernización de Valencia como la Casa de Misericordia, la nueva Feria, la Facultad de Económicas, la Universitat Politècnica, la reorganización del transporte urbano, la estación de autobuses y el Plan Sur.