Miguel Ambrosio, ‘Ambrós’

1913 /// 1992
Dibujante

La mano que dio vida al héroe de generaciones

Marina Costa

Redactora y responsable de la edición de l’Horta de LAS PROVINCIAS

El mago que dio vida al héroe estudió Magisterio por deseo de sus padres. Pero el don de Miguel Ambrosio Zaragozá, más conocido como Ambrós, logró imponerse para regocijo de varias generaciones de chavales. La mano que dio forma al Capitán Trueno recorría diariamente 26 kilómetros para aprender a dibujar en la academia de San Carlos de Valencia. Hubo incluso un profesor que le vaticinó que nunca sería nada en el dibujo. Uno de esos errores garrafales que se agradecen.

El trazo vigoroso de Ambrós comenzó a pintar vidas e historias. En 1947 despuntó con ‘El Caballero Fantasma’. Ambrós cumplió con el encargo del primer número pensando que no le iban a pedir más, pero el cuaderno se agotó. Poco después el título de la colección acabó en demanda y el caballero pasó a ser jinete. Después llegó ‘Chispita’ y otros trabajos de calidad. Pero Ambrós estaba a punto de forjar al personaje que cambiaría su vida y las de miles de seguidores de todas las edades. En 1956 recibe de la editorial Bruguera el encargo de dibujar, haciendo tándem con el guionista Víctor Mora, al guerrero que se convertiría en el héroe en mayúsculas de la historia del tebeo español. Pronto, sus épicas aventuras serían las más vendidas: 350.000 ejemplares a la semana. Casi un millón y medio de tebeos al mes. Los niños de la época, todavía a años luz del ‘wifi’ o el libro electrónico, devoraban un buen puñado de aventuras del Capitán Trueno y sus inseparables compañeros de viñeta, Goliath y Crispín, por 1,25 pesetas. La ilusión vestía, en aquellos tiempos, pantalones cortos y merendaba pan con chocolate (la bollería industrial todavía no se había colado en las despensas). Leer y releer el universo de aventuras del Capitán Trueno llenó de color muchas tardes grises de la Posguerra. Pronto le salieron al héroe fans de por vida e imitadores.

Hasta la censura trató de atarlo en corto. A él y a Sigrid, su novia de toda la vida. El propio Ambrós reconoció años después que los inspectores le «planchaban» a la heroína para que fuera menos exuberante. Algunas armas y la palabra «maldición» se eliminaron de las viñetas y así fue cómo el héroe y su creador también tuvieron que luchar contra la manipulación. Y es que el Capitán Trueno fue para muchos un revolucionario, un idealista que luchaba contra el mal, viniera de donde viniera. El inusitado éxito obligó a acelerar el ritmo de las publicaciones, con la contratación de más dibujantes a los que se les pedía que imitaran el estilo de Ambrós. El enorme ‘merchandising’ que arrastró el cómic da una idea del efecto que tuvo. Almanaques de Navidad, figuras de plástico, recortables del héroe en las cruzadas o contra los vikingos, sellos… hasta un anuncio de chocolate. Fue uno de los primeros productos en exportarse a Europa con ediciones en Alemania, Francia u Holanda. En 1968, tras doce años de enorme popularidad, se dejó de producir material original, aunque las reediciones estuvieron muy presentes mucho después. El héroe se había alejado unos años antes de su ‘padre gráfico’. El capitán se ‘tuneó’, fue estribillo de canciones como la de Asfalto («¡Ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno!») o Miguel Bosé (‘El hijo del Capitán Trueno’). En 2011 debutó en el cine.

Ambrós dejo la editorial Bruguera en 1965, aunque siguió ilustrando multitud de historietas. A principios de los ochenta se retiró. En 1989 recibió el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona por toda su obra y su pueblo natal, Albuixech, colocó en 1992 una estatua del Capitán Trueno en la Casa de Cultura. Dicen quienes le conocieron que Ambrós era reservado y sencillo. «El maestro tenía corazón de niño y la gloria para él era que sus churumbeles, como él decía, disfrutaran con sus historias», recuerda su sobrino, Daniel Ambrosio. Ambrós llamaba a su arte «garabatos» y hasta el éxito le pilló desprevenido. «Una vez lo vi partir nueces con la peana de uno de sus premios». Así era el mago del tebeo. «Humano, transparente, idealista y, sobre todo, feliz cuando dibujaba». Él también fue un caballero.

  • Miguel Ambrosio Zaragozá , ‘Ambrós’ (Albuixech, 31 de agosto de 1913 – Barcelona, 30 de septiembre de 1992).
  • Estudió Magisterio, pero el dibujo se cruzó en su vida a muy temprana edad. Acudió a clases en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.
  • Ejerció de maestro hasta la Guerra Civil. Después marchó a París. Al regresar a España se asentó definitivamente en Barcelona. Se le considera el «dibujante perfecto por su vigor narrativo» y el «mago del movimiento».