Marcelino Olaechea

1888 /// 1972
Arzobispo

EL PRELADO DE LOS NECESITADOS

PABLO CABELLOS

Capellán del IESE Alumni Levante, del Centro de formación Teológica Riublanch y del Centro de Encuentros La Lloma

Hace no mucho tiempo, el entonces arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, anunciaba la apertura de la causa de canonización del que fuera también arzobispo de Valencia entre 1946 y 1966, Marcelino Olaechea y Loizaga. «Para que no se pierdan las pruebas que todavía existen en personas que viven aún y que pueden manifestar quién fue este gran arzobispo de Valencia, os digo que pondré en marcha inmediatamente el proceso de canonización de don Marcelino Olaechea», afirmaba Osoro. No es fácil resumir quién fue este salesiano nacido en Barakaldo en 1888 y que fue, entre otras muchas tareas, obispo de Pamplona en 1935.

Los méritos adquiridos, por su trabajo en la reconciliación del pueblo navarro, hicieron que Pío XII le nombrase arzobispo de Valencia el 17 de febrero de 1946, siendo el pastor de esta diócesis hasta que Pablo VI le aceptó la renuncia por edad en noviembre de 1966. Falleció en nuestra ciudad en 1972 y fue enterrado en la capilla de Santo Tomás de Villanueva en la Seo valentina. Aquí fue un obispo popular con un leve atisbo de impopularidad, cuando su piedad por la Cuaresma le llevó al intento de cambiar la fecha de Fallas para no restar intensidad a ese tiempo fuerte en la liturgia de la Iglesia. No hubo cambios y ahí se cerró el conflicto. Ojalá quede el amor a la Cuaresma, al que nuestras fiestas restan muy pocos días.

Con motivo de la riada de 1957, escribió una carta pastoral de la que informaba LAS PROVINCIAS, que recordaba «el arte y el buen humor de la fiesta». Nunca se había opuesto a las fallas; la causa de su dolor era la coincidencia de la alegría y el bullicio con la Cuaresma y la Semana Santa. Y añadía: «Creemos deben desterrarse de las Fallas, este año y todos, atracciones que le son ajenas y las sacan de su sana alegría popular, artística y callejera». Quizá hubo una mutua y no duradera incomprensión que no pasó de una cierta chanza: «Marcelino, el tombolero -en alusión a sus famosas tómbolas-, no vol ser fallero».

Fue popular por la creación en 1948 del Instituto Social Obrero, para la instrucción y formación de los trabajadores; la fundación en 1947 del Banco de Nuestra Señora de los Desamparados, para la ayuda a los necesitados; la construcción de viviendas protegidas, sus famosas tómbolas… Todas mostraban el deseo sincero del arzobispo para poner remedio a las muchas necesidades sociales del momento. También fue «don Marcelino» –así le llamaban todos– quien inició el proceso de los mártires de 1936-1939, muchos de los cuales ya son beatos. En el acto reseñado al inicio, el entonces titular de la archidiócesis de Valencia aseguraba que el inicio de su proceso tenía una fuerza extraordinaria para nosotros al hacer el recuerdo de un hombre que hizo presente a Jesucristo en su vida y no tuvo miedos. No nació en Valencia pero, como otros procuramos, la ganó con su corazón.

Sería injusto no recordar la amistad que le unió con San Josemaría Escrivá, a quien conoció en Madrid en 1930, cuando Marcelino Olaechea era inspector provincial de la congregación salesiana. Después fue nombrado director del colegio de Artes y Oficios de los salesianos en la ronda de Atocha. Y continuó el trato entre ambos. Olaechea recibiría en Pamplona a Josemaría después de que éste pasase clandestinamente de una a otra zona de la España en guerra. No en vano dijo a su secretario: «Pienso que es un héroe en la virtud y en la acción. Vosotros lo veréis en los altares. Yo siento tener que morir antes que él y no poder testimoniar en su proceso de canonización. Testimonia tú en mi nombre y haz presente en tu testimonio este mi encarecido ruego». Y así lo hizo.

  • Marcelino Olaechea Loizaga (Barakaldo, 9 de enero de 1888 – Valencia, 21 de octubre de 1972).
  • Ordenado sacerdote en 1912, fue director de varios colegios salesianos y, más tarde, provincial en Cataluña, Valencia y Madrid.
  • Obispo de Pamplona en 1935, fue nombrado por Pío XII arzobispo de Valencia en 1946.
  • En su etapa en Valencia potenció el laicado católico y se construyó el nuevo seminario de Moncada. Promovió el barrio de San Marcelino ante las necesidades de vivienda.