Francisco Tomás y Valiente

1932 /// 1996
Jurista

EL PROFESOR DE LAS MANOS BLANCAS

CURRI VALENZUELA

Periodista y columnista de LAS PROVINCIAS

De estar vivo hoy, es muy probable que el catedrático de Historia del Derecho Francisco Tomás y Valiente, que tendría ya 82 años, estaría publicando mas de un artículo, muy documentado y tan lúcido y claro de leer como todos los suyos, para manifestar su opinión contra la deriva independentista de los nacionalistas catalanes y a favor de la Constitución del 78 aunque, fiel a su pasado, se mostraría favorable a explorar todas las vías posibles de diálogo para resolver el conflicto político más importante de la España actual.

Pero Tomás y Valiente murió a los 63, tras recibir el 15 de febrero de 1996 tres disparos a bocajarro salidos del arma de un pistolero de ETA mientras hablaba por teléfono en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid, él, que había escrito en uno de sus últimos artículos «cada vez que ETA mata a alguien mata a uno de nosotros». Y en lugar de poder recordar su pasado como ilustre profesor, historiador, presidente del Tribunal Constitucional, militante sin carnet del Partido Socialista, uno de los personajes mas importantes de la Transición, nos acordamos de él más por las circunstancias de su fallecimiento que por lo bastante que logró en vida.

El estallido popular de rechazo por su asesinato marcó el fin de la indiferencia social al terrorismo. Fue algo espontáneo de los alumnos de su Facultad, que al tener noticia del atentado se congregaron en la calle, con las manos alzadas pintadas de blanco, al grito de «¡basta ya!», en un gesto que se volvió multitudinario en la manifestación que tuvo lugar al día siguiente en la capital, presidida por todos los dirigentes políticos del país. La primera vez que un millón de personas se echaron a la calle a protestar por la violencia etarra, preludio de lo que ocurrió un año más tarde tras la ejecución de Miguel Ángel Blanco.

Tomás y Valiente logró así, a pesar suyo, conseguir algo que llevaba varios años pidiendo, desde que dejó la presidencia del Constitucional y regresó a la cátedra y sus escritos: la unidad de todos para acabar con muertes como la suya. «Si se actúa siempre con la ley en la mano y si se avanza en el aislamiento político y civil del entorno etarra, la paz será posible», escribió meses antes de ser víctima de un atentado tan absurdo como todos los de ETA, en su caso a cuenta de su lucha por el diálogo y la tolerancia, la condena de los crímenes del GAL, la búsqueda del acuerdo.

Socialdemócrata convencido, gran amigo personal de Felipe González, implicado en los asuntos del PSOE cuando ya estaba fuera de la magistratura, había nacido en Valencia, en el seno de una familia republicana represaliada tras la Guerra Civil y guardó toda la vida en el cajón de su mesilla la carta que un tío suyo envió a su padre antes de ser fusilado por los nacionales. Pero no se refugió en el rencor, sino en la historia del Derecho, en el compromiso con la Transición, en la Constitución que ayudó a desarrollar, en la busca de un consenso que ETA no le perdonó y por la que los españoles que recordamos cuando nos pintamos las manos de blanco en su honor le agradeceremos eternamente.

  • Francisco Tomás y Valiente (Valencia, 8 de diciembre de 1932 – Madrid, 14 de febrero de 1996).
  • Doctorado en Derecho en la Universitat de València (UV), pronto tuvo vocación docente e investigadora.
  • Elegido en 1980 magistrado del Tribunal Constitucional, institución que presidió entre marzo de 1986 y julio de 1992, año en que volvió a la universidad, a la Autónoma de Madrid, como catedrático de Historia del Derecho.
  • Decenas de calles, edificios y centros universitarios llevan su nombre, como la sede de la UNED en Valencia y la vía principal del campus de Tarongers de la UV.